La Virgen del Carmen

Por, Valerio Buenfil cronista de Motul, publicado en “La Voz de Motul

La Virgen del Carmen es una de las advocaciones más antiguas a la Virgen María desde su aparición en forma de nube en el Monte Carmelo, desde ahí se propagó su fe como modelo de oración, de contemplación y de dedicación a Dios. Por las invasiones sufridas, los Carmelitas que vivían en el Monte Carmelo, se vieron obligados a escapar. Una antigua tradición dice que antes de partir se les apareció la Virgen mientras cantaban el Salve Regina, ella prometió ser para ellos su Estrella del Mar. Con este bello nombre conocían también a la Virgen porque el Monte Carmelo se alza como estrella junto al mar. Así se propagó la devoción a la Virgen del Carmen.

Hace cientos de años, fueron grupos de marineros que dependían de las estrellas para marcar su rumbo en el inmenso océano, quienes adoptaron a la Virgen del Carmen, implorando su protección como la Estrella del Mar.

La Conquista española se inició con la dominación militar impuesta por las armas. Detrás de los caballeros españoles que imponían la espada, venían los misioneros de la Orden de los Franciscanos que imponían el “Santo Leño de la Cruz” para iniciar la Conquista espiritual. Después de la Cruz como símbolo de la Evangelización, apareció María, la Madre de Dios. Primero como rezo: el Ave María y la Salve, luego, como culto; después, como doctrina y más tarde llegaron las advocaciones y las devociones particulares.

Cuando partían los galeones españoles del puerto de Sevilla en busca de un nuevo mundo, algunos marineros y franciscanos traían consigo imágenes de la Virgen del Carmen y de otras advocaciones a la Madre de Dios desde sus puntos de origen. En esta ciudad trascendió la devoción a la Virgen del Carmen, que tuvo afecto entre las misiones de franciscanos del Convento de San Juan Bautista de
Motul.

Ante la resistencia maya de abandonar su fe y sus dioses, los franciscanos optaron por imponer el cristianismo sobre las propias creencias y rituales mayas. Así fue surgiendo el catolicismo popular de nuestra ciudad y de la región.

El obispo Crescencio Carrillo y Ancona narró el inicio de la Evangelización “El templo de los ídolos fue transformado en Iglesia, pues Cortés mandó erigir un altar, que fabricaron de mampostería arquitectos indígenas, y dispuso que dos carpinteros españoles trabajasen una gran Cruz de madera, la cual fue plantada sobre un trono en un alto nicho que allí había, colocándose sobre el altar erigido la imagen de la Inmaculada Virgen María que el mismo Cortés había traído consigo”.


Entre los franciscanos había hermanos que creían necesario Evangelizar a los mayas mediante la prédica y el ejemplo; para lograrlo aprendieron la lengua, las costumbres, las tradiciones y la fe del pueblo y empezaron a tratar humanamente a las personas.

Nuestros antepasados mayas celebraban el inicio de su calendario el 16 de julio, dedicado al Año Nuevo Maya, al respecto Eulogio Palma y Palma en su libro Los Mayas dice: “la fiesta principal era la de Año Nuevo, dedicada a todos los dioses, para la cual se preparaban anualmente con abstinencias, ayunos, ofrendas y plegaria, cuya duración variaba según la devoción de cada individuo. Había quienes
se preparaban con tres meses de anticipación; y los más indiferentes acostumbraban guardar trece días de ayuno. Además, los cinco últimos días del año eran de recogimiento y de pública penitencia.

En la mañana del Año Nuevo, después de los sahumerios y ofrendas del templo, se dirigía la concurrencia junto a la gran cúpula de madera, que convidaba a los devotos, con sus puertas de par en par, y sus muros engalanados. Cuando todo el pueblo hormigueaba en derredor, subía un sacerdote al asiento preparado sobre un cerro de leña, y desde la altura, al compás del tunkul, entonaba una canción quejumbrosa que repetía estrofas sin cesar en el mismo tono, resonaban melancólicamente bajo la bóveda. Al escucharse la voz clamorosa del cantor, el baile se organizaba, y los devotos, con manojos de varillas secas y sonoras en las manos, se colocaban en filas, y, con gesticulaciones, brincos y acompasados saltos, iban entrando y saliendo en interminables hileras por las puertas de la cúpula: hora por hora, las filas se iban prolongando, haciendo vueltas y tornos como una inmensa serpiente. A un cantor sucedía otro, y a los danzantes fatigados otros que llegaban frescos; y así, hasta la tarde, el baile seguía sin interrupción, escuchándose en acorde concierto, los ecos de los cantos y la resonancia del tunkul monótono y quejumbroso.


Al caer la tarde, daban ligera pausa al baile para descansar y comer; más apenas entraba la noche volvía la multitud con hachones y teas en las manos, y acercándose al edificio con total veneración, le pegaban fuego por distintos lados. Crecían las llamas y en breve el gran cerro de leña, y la construcción toda quedaban convertidas en inmensa hoguera. Cuando todo estaba reducido a cenizas, los devotos más fervientes continuaban el baile, pisando sobre las calientes cenizas, como si danzaran sobre un pavimento de frió mármol. Después se les veía con las quemaduras y excoriaciones naturales, las cuales sufrían con valor, como cosa muy agradable a sus ídolos, y como medio de atraerse benevolencia y amparo contra los malos agüeros. Terminaba el baile, como otras veces, bebiendo sin medida el vino del balché, hasta perder el sentido”.

Los franciscanos, valorando la fortaleza espiritual del pueblo maya, decidieron reconocer su fiesta principal, uniéndola con la hermosa devoción al Santo Escapulario de la Virgen del Carmen, y por eso constituyeron una Cofradía en la parroquia de la ciudad, precisamente en la fecha más importante del calendario maya, el 16 de julio, fiesta del Año Nuevo dedicada a todos los dioses. Se unieron las tradiciones mayas con las creencias españolas y con los años, poco a poco se fueron transformando las creencias, los ritos, los bailes y las danzas de la fe popular maya en las actuales celebraciones a la Virgen del Carmen que se caracterizan por sus gremios, sus novenas, procesiones, vaquerías, juegos pirotécnicos y corridas de toros, así surgieron nuestras tradiciones.

La actual imagen de la virgen del Carmen, es una escultura pequeña, tallada en madera, de cuarenta centímetros de altura sobre una base. Como no se tiene fecha precisa de su arribo a Motul, puede tratarse de una de las primeras imágenes de la Virgen del Carmen que llegaron a Yucatán al principio de la Colonización en el siglo XVI, en este sentido, el párroco Pbro. Luís Ángel Espínola afirmó “era el tipo de imágenes que se traían de España en esos tiempos”.

Según la leyenda con licencia eclesiástica de la Virgen del Carmen, “era la Patrona de los soldados, quienes en aquella época se llamaban “Las Milicias del Rey”. Con los años, la devoción entre los soldados fue aumentando día con día.


En los años de 1832 a 1842, después de la lucha de Independencia, hubo una asonada o brote revolucionado en la ciudad de Campeche, y se llevó soldados de todas partes, naturalmente también se llevaron soldados de aquí de la ciudad de Motul. Lo anterior causó consternación, pena y tristeza entre madres y esposas, debido a que en aquellos tiempos la distancia de Motul a Campeche, parecía como de aquí al fin del mundo”.

Estando los soldados de Motul en Campeche, sucedió lo siguiente. En aquellos tiempos los servicios de correo se hacían por ciertas personas a pie, que iban de un pueblo a otro. En cierta ocasión, a una de estas personas que hacia este servicio de Mérida a Campeche, se le hizo de noche, pero no le importó y prosiguió su camino sin miedo alguno. De pronto, levantando la vista, vio desde lejos una lucecita que le llamó la atención y que se le acercaba cada vez más hasta que se encontraron frente a frente. ¡Qué sorpresa la suya al darse cuenta que era una hermosa señora con su Hijo en un brazo y en el otro un escapulario del que salía una lucecita que le alumbraba el camino!.


Saludó el hombre y le contestó la señora con mucho afecto. Preguntó a la señora de dónde era y de dónde venía y ella le contestó de Motul y que venía de Campeche de ver a otros hijos que estaban allí. Cruzando algunas palabras más, se despidieron deseándose entre sí buen viaje.

Aquél siguió su camino para Campeche, pero no se le quitaba del pensamiento el recuerdo de la señora a quien vio y así llegó a Campeche. Al amanecer del siguiente día, aquel hombre averiguó en que cuartel estaban los soldados motuleños, y encontrándolos contó lo que vio en el camino la noche anterior. Entonces los soldados al oír este relato recordaron que la noche anterior vieron pasar entre ellos a una señora con su hijo abrazado prodigándoles consuelo y animándolos a no preocuparse por su situación ya que pronto estarían de regreso en su pueblo sanos y salvos. Ellos entre sí comenzaron a pensar que la única que podía ser aquella señora era la Virgen del Carmen a quien se encomendaron al salir de Motul. Dicho y hecho, al poco tiempo se aplacó aquella asonada y todos volvieron sanos y salvos a Motul. Con esto creció más y más la devoción de los soldados a la santísima Virgen del Carmen. Esto lo contaba Don Pedro Alcántara Pinto que nació el 17 de octubre de 1805 y murió el 10 de noviembre de 1895, justamente a la edad de noventa años.

En el año de 1847 estalló la llamada Guerra de Castas, encendida por los mayas, cuyo plan era acabar con la raza blanca, o sea, los descendientes de españoles, comenzando su obra de salvaje destrucción en Valladolid e Izamal, amenazando luego a Motul y a Mérida, pero afortunadamente los motuleños, viendo de inmediato el peligro que venía, organizaron tropas de todas partes capitaneadas por personas caracterizadas por su valor y lealtad, entre ellos Don Diego Moreno como Capitán y Don José María Pinto Martínez como Cabo y otros soldados, como Don José María Méndez y Don Lázaro Pech, y otros muchos de esta ciudad. Todos ellos antes de partir imploraron la protección de la Santísima Virgen del Carmen como patrona de los soldados”.

Las tropas defensoras consiguieron alejar a los sublevados hasta los bosques de Quintana Roo en el actual Felipe Carrillo Puerto, después de cuatro años de lucha y peligro hasta llegar al actual Bacalar, donde fueron dados de baja, y no poder regresar por tierra, pues el camino estaba infestado de rebeldes, se fueron a Belice. Allí se embarcaron y se dirigieron a Telchac Puerto en donde desembarcaron sanos y salvos”.

Don José María Pinto Martínez, Don José María Méndez y Don Lázaro Pech y otros que ya están olvidados, pero que también salieron ilesos en los combates y peligros lo atribuyeron a la maternal protección de la Santísima Virgen del Carmen. En acción de gracias por el favor tan grande que recibieron, organizaron un novenario en su honor que comenzó a repetirse cada año.

Este novenario con el correr de los años fue celebrado con mucho entusiasmo por los soldados, que en ese tiempo se llamaban “Guardia Nacional”, y al fin decidieron ellos que la Imagen estuviera con ellos en el Cuartel. En el año de 1865, aprovechando las Leyes benignas de la Iglesia, en tiempo del Segundo Imperio Mexicano, o sea en tiempo del Emperador Maximiliano, se trasladó la Imagen al Cuartel como lo deseaban los soldados, previo permiso de las autoridades eclesiásticas y civiles, y le eligieron un cuarto cabecero que había y que fue habilitado para Capilla de la Sagrada Imagen. Este cuarto cabecero habilitado para capilla estaba en el ángulo suroeste del actual Mercado “20 de Noviembre”.

Al ser trasladada la Sagrada Imagen al cuartel, fue designado Patrón o responsable de ella a Don José María Pinto Martínez. La obligación del Patrón era abrir la capilla todo el día cada sábado. “Al cabo de pocos años la capilla resultó insuficiente para la cantidad de gente que acudía a las misas y rosarios, y para solucionar esta dificultad, dispusieron llevar la imagen al Templo Parroquial durante el Novenario y regresaría a la capilla después de dicho Novenario. Fue entonces cuando se establecieron las “bajadas” antes del Novenario, y las “cerradas” después. Esto duró hasta el año de 1900.


En el año de 1887 murió don José María Pinto Martínez y le sucedió en el patronato de la imagen su yerno Don José Antonio Kú quien a los pocos años renunció por tener que atender sus intereses personales, siendo nombrado Don Manuel Sosa quien continuó en el patronato hasta el traslado de la imagen a la capilla de San Juan.

En el año de 1900 las autoridades civiles notificaron a los soldados que tenían que devolver la imagen al Templo Parroquial, pues por orden superior, en los edificios públicos no podía aceptarse nada que tuviera conexión con lo religión.

Se formaron entonces dos partidos: unos a favor de llevar la imagen al Templo Parroquial y otros en contra. Triunfaron los últimos a quienes guiaba el afán de impedir el que los señores sacerdotes mandasen sobre la imagen. Propuso este último grupo levantar una capilla en el cabo de la población o sea en la actual colonia Felipe Carrillo Puerto, y encomendar la imagen mientras se concluía su propia capilla, en la casa particular de don Julián May Perera, al oriente del pueblo, llamada capilla de San Juan. Al ser trasladada allí la imagen, asumió el patronato Don Julián May Perera.

Se comenzó la construcción de la capilla con mucho entusiasmo contribuyendo todos con dinero y materiales y en menos de un año se hizo lo que puede verse ahora. Esta obra que se ve ahora como ruinas ha sido destinada para otros usos.

¿Por qué no se terminó la capilla durante los 64 años? ¿Por qué nadie aportó ni un centavo más, ni contribuyó con material para la construcción? Sólo Dios sabe…

Tal vez Dios Nuestro Señor no quiso que la imagen de su Santísima Madre fuese a permanecer en el monte, pues en aquel tiempo, toda esa parte estaba deshabitada, habiendo un magnífico templo en el centro de la ciudad donde podría ser venerada con mayor dignidad y decoro. Este hecho puede servir para convencer a aquellas personas que se oponían a que los señores sacerdotes mandasen sobre la sagrada imagen.

El 4 de junio de 1910 estalló en la ciudad de Valladolid la primera chispa de la Revolución Mexicana que causó consternación en Yucatán y en toda la nación. Para enfrentar la situación, se organizó una leva, llevando a muchos como soldados con el consiguiente sentimiento, pesar y tristeza entre madres y esposas quienes pensaban no ver de nuevo con vida a sus hijos y esposos. Estas madres y esposas organizaron enseguida un novenario privado en honor a la virgen del Carmen, implorando su protección para aquellos que fueron llevados a las filas. Todos ellos volvieron vivos y sin heridas.

El 10 de octubre de 1917 murió don Julián y le sucedió en el cargo de patrón su hijo Don Remigio May Pinto, heredero de aquel lugar. Dicho señor don José Remigio May Pinto murió el 10 de mayo de 1929 quedando la imagen a cargo de su viuda Doña Orencia Can quien al año siguiente renunció pues no quería ser responsable de la imagen.

En esta situación, no habiendo a quien entregar la imagen, ya que los soldados habían sido retirados, los presidentes de los diversos gremios acordaron dejar la imagen en casa del presidente del primer Gremio un año, y al año siguiente en la casa del presidente del segundo gremio y así sucesivamente hasta que les tocara a todos los gremios. En aquel año fue presidenta del primer gremio de mestizas la señora Pastora Mendoza en cuyo domicilio estuvo la sagrada imagen hasta el novenario de 1932.

Terminadas las festividades de ese año correspondió cuidar la imagen al gremio siguiente, pero a todos pareció que la casa del Presidente de ese gremio no era lo suficientemente digna para tener la sagrada imagen y resolvieron dejarla en casa de la mencionada señora mientras se resolvía qué hacer.

Fue entonces cuando los presidentes de los gremios se incitaron en discusiones afirmando unos que la señora Mendoza no era digna de tener más la sagrada imagen, señalando otros que se trasladara la imagen a la iglesia, a lo cual todos los demás se oponían para que “los señores sacerdotes no mandaran sobre la imagen”, y pidiendo otros que se hiciera una capilla. Alguien hizo llegar el asunto al sr. Presidente Municipal que era entonces don Manuel Jesús Barceló. Este señor citó a todos los litigantes, y cada uno expuso ante él sus razones, decidió que no era asunto civil, sino federal. Pasó el asunto al señor Agente del Timbre que era don Pedro Pablo Gómez, quien ocupaba el mismo cargo actualmente en la ciudad de Tekax. Este señor, oído del asunto ordenó a la señora Mendoza traer la imagen y entregarla bajo acta y trámites legales, y riguroso inventario al Sr. Cura párroco Pbro. Cayo Castillo Suárez. Esto fue en el año de 1932”


La versión de esta leyenda está basada en la “Leyenda Histórica de la Imagen de la Virgen Del Carmen” proporcionada por doña Lidia Flota Paredes, quien la encontró como herencia de su abuelo Don Canuto Paredes, la cual goza de Licencia Eclesiástica, fue escrita en esta ciudad en abril de 1961, por el nieto de don Pedro Alcántara Pinto y nieto también de don José María Pinto Martínez, ambos protagonistas de estos sucesos. Para enriquecerla nos hemos apoyado en distintas investigaciones, principalmente en “El Obispado de Yucatán: historia de su fundación y de sus obispos” escrita por el Obispo Crescencio Carrillo y Ancona en el año de 1892, y en los trabajos de Don Eulogio Palma y Palma publicados en el año de 1901 en su libro “Los Mayas”.

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